sábado, 6 de octubre de 2007

Conversaciones laborales: ¿cuándo hablar y cuándo callarse la boca?

En muchos casos, basta con un solo comentario fuera de lugar para que se destruya definitivamente la armonía de un grupo de trabajo. Cualquier manager debería preocuparse por saber cuándo hablar y cuándo callar...

Dirigir un negocio implica cooperar continuamente con personas que tienen distintas creencias, opiniones y perspectivas que nosotros. Las divergencias son, desde luego, positivas porque manifiestan la diversidad existente en cualquier organización.

De hecho, los expertos en recursos humanos suelen recomendar cada vez más la formación de grupos diversos. Tenemos buenas razones para creer que las interacciones entre personas de distintos orígenes e intereses potencian la creatividad.


Sin embargo, al mismo tiempo, los grupos de trabajo diversos también pueden convertirse en verdaderas bombas de tiempo por las inevitables fricciones que suelen producirse entre sus miembros, fricciones que deben manejarse con el mayor tacto posible.

Según el artículo How to hold a Risky Conversation de la American Management Association, las escuelas de negocios tienen innumerables programas donde se enseñan las más variadas teorías sobre el liderazgo pero carecen de cursos donde se enseñe a los futuros managers desenvolverse en conversaciones difíciles, conversaciones donde basta una sola palabra fuera de lugar para que se arruine por completo una relación.

Así, muchos ejecutivos suelen estar escasamente preparados para esquivar las temibles trampas de la comunicación, esas trampas que nos llevan a adoptar una posición defensiva (reaccionando con sarcasmos y agresiones) a la primera percepción negativa que recibimos del otro.

Desde luego, la forma de evitar estos comportamientos no puede aprenderse completamente en los libros. La experiencia es el mejor maestro. Sin embargo, al menos pueden ofrecerse algunos tips para orientarse en la difícil tarea de saber qué decir, cuándo decirlo y, lo más importante, cuándo mantener la boca cerrada.

1) Brindar seguridad

Si quiere evitar que el otro se ponga a la defensiva, hágalo sentir seguro. Empiece su próxima conversación crucial comunicando su intención de colaborar. Cuando el otro se sienta respetado y confíe en sus motivaciones, bajará la guardia y se abrirá un diálogo cordial.

2) Pensamiento inverso

La mayoría toma la decisión de hablar o no a través de una evaluación de los riesgos de abrir la boca. Sin embargo, señala el artículo de la American Management Association, mejor adoptar la perspectiva inversa.

Es más conveniente evaluar los riesgos de guardar silencio: ¿cuál será el costo para la empresa (y para mí) si me guardo mi opinión? ¿Qué información importante poseo que justifique su comunicación?

A través de este sencillo método, podremos evitar hablar en situaciones en que lo mejor sería mantener la boca cerrada.

3) Separar a la persona del problema

Uno de los principales errores que solemos cometer en las conversaciones consiste en intervenir cuando estamos irritados con la opinión de un colega. Así, nuestras emociones negativas hacia el otro se cuelan en el debate.

Por lo tanto, antes de abrir la boca, separe a la persona del problema. Recuerde en todo momento que cualquier conversación laboral es, básicamente, una comunicación entre personas con el objetivo de resolver un problema.

En definitiva, la palabra es un poderoso método de acción y motivación. Pero esas meras vibraciones del aire también pueden ser tremendamente destructivas. Entonces, antes de abrir la boca, recuerde una célebre máxima del inmortal Groucho Marx: "Es mejor estar callado y parecer tonto que hablar y despejar las dudas definitivamente".

De la redacción de MATERIABIZ

redaccion@materiabiz.com

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Baring perdió 1.200 millones en un mes y quebró. Un ejemplo de mala gestión del riesgo...

El risk management es uno de los pilares de la gestión financiera. Muchas espectaculares quiebras bancarias se habrían evitado con su buena aplicación...


Por Dr. Marcelo Pedro Dabós


Inglaterra, febrero de 1995: el banco inglés Baring quiebra como resultado de tremendas pérdidas en sus posiciones de futuro del índice de acciones japonesas. El ejecutivo Nick Leeson había comprado ocho mil millones de dólares en futuros, apostando al alza del índice Nikkei de la bolsa de Tokio. Pero el índice se desplomó, en parte por el terremoto de Kobe. En sólo un mes, Baring perdió 1.200 millones de dólares y terminó en la quiebra.

Septiembre de 1995: un incidente similar ocurrió en la sucursal neoyorkina del banco japonés Daiwa. El responsable fue Toshihide Iguchi quien perdió 1.100 millones de dólares especulando con bonos. Si bien el banco Daiwa (décimo de Japón) no quebró, perdió los beneficios de todo un año.


Como demuestran estos ejemplos, el riesgo es omnipresente en la vida empresarial. Y las grandes empresas comerciales (con los bancos a la cabeza), están cada día más atentas a los riesgos que asumen en todas sus operaciones. Incluso, han establecido puestos gerenciales que informan de los riesgos al directorio y colaboran con el resto de las áreas de la organización.

Particularmente, entre otros, los bancos asumen tres tipos de riesgos comunes:

1) Riesgo de mercado

El riesgo de mercado puede definirse como la incertidumbre sobre los beneficios resultantes de cambios en las condiciones de mercado tales como el precio de un activo, tasas de interés, volatilidad del mercado y su liquidez.

Este riesgo surge cuando un banco se dedica activamente al comercio de activos, deudas y derivados en lugar de tenerlos para inversiones a largo plazo, como fondeo o cobertura.

En los Estados Unidos grandes intermediarios financieros como Merrill Lynch, Salomon Brothers y J.P. Morgan han sufrido fuertes pérdidas en estas actividades lo que ha generado preocupación entre reguladores y analistas.

Para lidiar con estas situaciones, estos grandes bancos han adoptado una serie de medidas para identificar, medir y controlar riesgos de mercado. J.P.Morgan, por ejemplo, elaboró el conocido modelo "Risk Metrics" para medir cuánto puede potencialmente perder si las condiciones del mercado se movieran de manera adversa en todas sus posiciones y en todas sus sucursales. El objetivo: reducir a un número toda la información de la institución sobre sus riesgos de mercado.

2) Riesgo de crédito

El riesgo de crédito surge de la posibilidad de que los préstamos otorgados por el banco puedan no ser pagados en tiempo y forma.

Para enfrentar este riesgo, Credit Suisse Financial Product (CSFP) desarrolló un modelo llamado Credit Risk + que aconseja los montos a previsionar para minimizar el riesgo de crédito. En 1997, J.P. Morgan introdujo su modelo "Credit Metrics" donde se pregunta: "¿Si el próximo período es malo, cuanto voy a perder en mi portafolio debido al riesgo crediticio?"

3) Riesgo operativo

De los diferentes tipos de riesgos que enfrentan bancos y empresas, el riesgo operativo se encuentra entre los más devastadores y difíciles de anticipar. Su aparición puede resultar en un dramático colapso en el valor de la firma.

El espectacular colapso de Barings en 1995, el ataque terrorista en el World Trade Center, los 691 millones de pérdidas por fraudes que reportó el Allied Irish Bank en 2002 y la gran falla eléctrica que afectó a 50 millones de personas en el noreste de los Estados Unidos y Canadá en agosto de 2003 son casos concretos, pero muy diferentes, de riesgo operativo.

Bancos y empresas están estableciendo posiciones de gerencia para manejar estos riesgos resultantes de inadecuados o fallidos procesos internos (ya sea de las personas o de los sistemas) o debido a eventos externos. Típicamente son errores en el procesamiento de transacciones, fallas en los sistemas informáticos, robo y fraude, juicios y actividades, de empleados o terceros, que lleven a pérdidas o daños en los activos.

Estos tres son los principales riesgos identificados por el Comité de Supervisión Bancaria de Basilea que representa a los Bancos Centrales de Alemania, Bélgica, Canadá, España, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Holanda, Italia, Japón, Luxemburgo, Suecia y Suiza. El comité fue establecido en 1974 y se reúne cuatro veces al año para desarrollar estándares de supervisión bancaria y guías de mejores prácticas para los sistemas bancarios nacionales.

En junio de 1999, el Comité lanzó una propuesta para un Nuevo Marco de Adecuación de Capital conocido como Basilea II. Los tres pilares del control bancario son, según Basilea II; la adecuación de capital por riesgo de mercado, de crédito y operativo; la supervisión bancaria por parte del Banco Central del país en cuestión y la disciplina de mercado. Esto dio un impulso notable a la elaboración de modelos para medir riesgo operativo, los cuales están en constante desarrollo.

Para aprender sobre riesgo operativo, ver, por ejemplo, entre otros muchos:

Christopher Marshall, "Measuring and Managing Operational Risks in Financial Institutions: Tools, Techniques and Other Resources", Wiley Finance, Singapore, 2001; Nigel Da Costa Lewis, "Operational Risk with Excel and VBA: Applied Statistical Methods for Risk Management", Wiley Finance, Hoboken, New Jersey, 2004 y Ellen Davis (ed.), "The Advanced Measurement Approach to Operational Risk", Risk Books, London, 2006

Dr. Marcelo Pedro Dabós
Fundador y ex Director del Posgrado en Finanzas y ex Director del Departamento de Economía de la Universidad de San Andrés. El autor es Ph.D. en Economía de la Universidad de Chicago

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