viernes, 24 de agosto de 2007

La inteligencia emocional de los mercados


GLOBAL STRESS MARKET INDEX. Para medir el "estrés" de los mercados (Puente Hermanos).

Por Francisco de Zárate | fdezarate@clarin.com

El 70 por ciento de los conductores cree que maneja mejor que el promedio, algo que es tan matemáticamente imposible como fácil de comprender. Tal vez por eso se ha convertido en el clásico ejemplo para ilustrar uno de los comportamientos irracionales más típicos en las decisiones de cartera: la confianza excesiva en las propias capacidades.

El caso del inversor soberbio aparece de forma recurrente en las finanzas del comportamiento (behavioural finance) junto con el del inversor miedoso, que por temor a que cambie la tendencia vende cuando sus acciones aún están subiendo, y con el del inversor avestruz, que se resiste a deshacerse de valores en baja por un rechazo a materializar estas pérdidas con la venta, pero no son los únicos en los que un mal manejo de las emociones termina perjudicando al inversor.

Según Mariano Arrieta, de la sociedad de Bolsa Puente Hermanos, el comportamiento de los mercados en los últimos cuatro años ha sido "bastante emocional" en cuanto a la deficiente valoración de riesgos, lo que a su vez determinó gran parte de los problemas actuales: "La demanda por activos financieros con mucho riesgo de alguna forma fue excesiva y lo que estamos viendo ahora es una normalización de ese riesgo".

La tesis es que la prolongación de ciclos económicos favorables hace que los inversores comiencen a desdeñar el riesgo porque "creen que el ciclo va a ser siempre igual de bueno".

Para tomar el pulso emocional al mercado, Puente Hermanos desarrolló en 1996 el Global Stress Market Index, un índice que mide el " estrés del mercado" atendiendo a variables cuantitativas como volatilidades y diferenciales de tasas: "En la medición del viernes pasado, el nivel de estrés era apenas más bajo que el que se generó en los atentados en el World Trade Center o que el de la crisis del Long Term Capital Management".

Según Arrieta, la caída de aquellos momentos se dio en gran medida porque los inversores descontaron recesiones que finalmente no llegaron: "Con altos niveles de estrés, el mercado asume que va al peor escenario: así explico que tienda a sobrereaccionar cuando hay períodos con turbulencias como el que estamos viviendo ahora".

En Estados Unidos, la consultora Market Psychology fue un poco más lejos y creó el índice del "dolor del inversor" (Investor Pain Index), que mide el miedo de los inversores analizando los informes y las predicciones financieras del momento.

El director de la consultora y autor del libro "Dentro del cerebro del inversor", Richard Peterson, escribió en el blog de la empresa que durante los últimos dos meses, los momentos en que su índice registró mayor nerviosismo (según su análisis, los mejores para invertir) fueron también los de mayores alzas, algo que coincidiría con el comportamiento del inversor miedoso citado al inicio: ¿vender y embolsarse las ganancias o seguir adelante y arriesgarse a las pérdidas?

Pero lo que tiene de atractivo el índice de Peterson lo tiene también de débil y es tratar de vestir de objetividad a una valoración de las noticias financieras. Según el consultor Ricardo Schefer, la dificultad para definir la racionalidad o irracionalidad en el comportamiento de los mercados comienza con la ausencia de un parámetro con el que contrastarla: "¿Respecto a qué puedo decir yo que una baja o un alza fue exagerada?".

Lo cierto es que las finanzas del comportamiento están de moda. JP Morgan ya mueve US$ 99.300 millones en fondos ligados al behavior finance, algo que en opinión de Schefer tiene mucho de marketing: "Es una forma de captar a los clientes que creen en el aspecto psicologista del mercado. Hace 17 años, Merril Lynch lanzó fondos que tenían que ver con la astrología y eso no quería decir que Merril Lynch creyera en la Astrología sino que lo armaba para la gente que sí creía".

JP Morgan no es la única en apuntarse. Bailard International Equity Funds también presume de preocuparse por el aspecto psicológico de los mercados para proteger las inversiones de sus clientes, como Cabot Research, en Boston, otro caso de negocio surgido al calor de la disciplina.

Esta consultora rastrea en la historia inversora de sus clientes en busca de hábitos irracionales o, mejor dicho, incongruentes con su estrategia general inversora. Al más puro estilo psicoanalítico, basta con hacerles notar la existencia de esas conductas para que comiencen con prácticas financieras más saludables.

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